jueves

Obsesión compulsiva


Me levanto cansado, como si no hubiera dormido. Lo primero que hago es correr al cuarto de baño y lavarme las manos con un cepillo hasta que enrojecen. En la cama hay millones de ácaros y microbios que se han posado en mis manos. No quiero enfermar.
Cuando desayuno y me visto me rozo las manos con la ropa, los alimentos, ¿sabéis la cantidad de bacterias que se alojan en estos objetos? Debo volver a lavarme antes de que se reproduzcan e invadan mi organismo.
Uso un pañuelo para abrir la puerta y salir, tengo una funda especial en el volante y cambio el pomo de las marchas del coche cada mes, pero sólo llegar al trabajo y necesitar lavarme de nuevo es todo uno. Mis compañeros me miran, se acerca uno nuevo y me tiende su mano, yo rehúso responder diciéndole que me sudan las manos y es desagradable.
Hoy he comprado un nuevo teclado para el ordenador y van ya cientos. En mi maletín llevo un jabón especial bactericida que aún siendo muy abrasivo y quemándome las manos, me las deja limpias de gérmenes.
Hoy es un buen día, he conseguido no tocar a nadie, sólo objetos. Pero todo tiene un coste, vivo solo, ella se marchó cuando comprendió que nuestra relación era imposible y nuestro hijo pequeño empezaba a lavarse las manos más de siete veces en el día. La echo de menos, pero estoy feliz, estoy sano y acabo con mis miedos cada vez que me lavo. No voy a cambiar, no puedo, no lo soportaría.
Al menos un 2,5 % de la población mundial sufre obsesión-compulsión. Da igual el sexo o la condición social.
La foto es de Antonio Martínez