A propósito del programa que sobre la educación emitió Salvados el domingo pasado he estado reflexionando acerca de lo que el modelo educativo finlandés podría exportar al nuestro. En un principio, los finlandeses ponen un filtro muy grande para los que quieren dedicarse al magisterio de forma que sólo los que tienen muy buenos expedientes acceden a esa formación. En nuestro país, la selección es posterior, es decir, dejamos que se formen en las universidades un número amplio de alumnos y se restringe la posibilidad de trabajo en la enseñanza pública sólo a los que superen las durísimas oposiciones. En Finlandia, el acceso al puesto público depende de las direcciones de los centros. Visto así, prefiero nuestro sistema.
En el país lapón, los niños comen en los comedores gratuitamente. En España sólo los de menor poder adquisitivo. El material escolar es también gratuito, en España, depende de la comunidad autónoma.
Las horas que pasan en clase son más o menos las mismas que nuestros alumnos.
No conozco las instalaciones de los centros finlandeses y sí las de muchos centros españoles y en este punto, a buen seguro tenemos grandes diferencias para peor.
Me quedo con los políticos finlandeses cuando deciden no hacer guerra con las leyes educativas. Como decía una maestra de allí, nosotros no notamos los cambios legislativos. Igualito que aquí.
Por lo que parece, las variables que más influyen en su éxito educativo son dos. El tiempo que los padres pueden pasar con sus hijos los primeros años de vida y el grado de consenso en la población finlandesa sobre la importancia de tener un buen sistema educativo, concretada en el reconocimiento social del educador y en el uso eficiente de los recursos públicos dedicados a la educación.
Por lo demás, quizás no sea un buen método compararnos con un país que tiene una población tan reducida y con unas costumbres tan diferentes.
Si pienso en las familias, en los alumnos y los docentes españoles, me siento optimista acerca de nuestra mejoría. Si pienso en nuestros responsables políticos, mi pesimismo va en aumento.