Notaba cómo el sol le estaba acariciando la cara. No se había sentido tan bien desde hacía mucho tiempo, en su día a día todo eran prisas para llegar al mismo sitio de partida.
Se veía relajada, no quería mover su cuerpo. Estaba bien como estaba, boca arriba. Oía a los pájaros muy lejanos, como si alguien los quisiera separar de ella por algún motivo. No le importaba, su relajación era insuperable.
Era tan bonito el momento que sin venir a cuento empezó a pensar en todo lo que había ocurrido en su vida. Su familia, cuando era pequeña, cuando jugaba con sus hermanos. Tenía que llamarlos un día para reunirse todos y celebrar que eran eso, hermanos. Pensó en el día en que nacieron sus hijos. El día en que besó por primera vez a un hombre, su hombre. En el olor a comida al llegar a casa. En el olor a colonia de su padre.
El frío empezó a apoderarse de su cuerpo inmóvil y ella quiso despertar pero no pudo. Se había quedado dormida pasando las horas y el sol se había escondido dando paso a la noche. Pero esa noche no le gustaba a ella. Todo era silencio, todo era frío, todo era nada.
Fue al tercer día cuando la encontraron.
Tirada en el suelo del campo, cerca de una cuneta, llena de moratones. Se había caído de la bicicleta y no llevaba el casco puesto.
"Hasta luego" fue lo último que dijo, antes de salir de casa.
Una pena que no pudiera hacer nada por cambiar su destino, morir sola.