lunes
Una vez vi la Vía Láctea
A simple vista. Y recuerdo mi sorpresa y mi admiración, porque era la primera vez. Fue un verano de hace más de veinte años, a pocos kilómetros de mi ciudad, en un campo en el que nos habíamos quedado a dormir. Ya antes me había quedado a dormir en el campo bajo las estrellas, pero no fui consciente de lo que Sagan llamó "El espinazo de la noche" hasta ese día. Una mancha algodonosa y blanquecina que atravesaba el cielo de parte a parte y que en la negrura de la bóveda destacaba como un chorro de leche sobre una cartulina.
Muchas otras veces he intentado ver lo que esa noche me maravilló. Nunca más he podido. Es imposible con la cantidad de contaminación lumínica existente. Malgastamos tanta energía que tapamos las titilantes estrellas. Ya no necesitamos ver el cielo para adivinar los cambios en el tiempo, ni para predecir los eclipses, pero hemos perdido el encanto y la belleza de lo natural, por un atávico miedo a la oscuridad. Definitivamente, nuestra civilización se está infantilizando.
La foto muestra la via láctea en Tenerife y es de Cestomano (Flickr)
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