Su vida era aburrida.
Ya se había casado pero su matrimonio era demasiado programado. Tenía hijos que eran los que le hacían no tirar la toalla.
Del trabajo a casa. De casa al trabajo. Poco más.
Su profesión no era cualquiera. Era el encargado de devolver y mantener la vista de cuantos lo visitaban. Alguno que otro era un caso sin remedio y eso lo hacía más reservado y vulnerable.
Con lo que no contaba era con ella.
Un día cualquiera se encontró en su consulta con los ojos más misteriosos que había observado nunca. Ella se sentó y empezó a explicarle sus síntomas. Él no podía examinarla de manera normal. No podía concentrarse en lo que le decía. Eran sus ojos los que hablaban, y lo que le estaban diciendo le gustaba.
Hablaban de viajes a sitios remotos, de reuniones alegres, de personas diferentes, de música alta, de banquetes para dos en una playa por la noche...Hablaban de momentos que él nunca tuvo ni tendría.
Ella marchó para no volver. Fue una visita rutinaria, sin billete de vuelta.
Y él quedó allí, en su consulta, con su bata blanca esperando el regreso de aquellos ojos verdes...de mirada serena.
miércoles
martes
El padrino
La vida no había sido dura para ella, pero le costó más que a los demás tener lo que ya tenía. Lo que perdió, a su padre a una edad muy difícil, lo recuperó en la figura de su padrino.
Fue el que la apadrinó en su bautismo y el que hizo lo mismo en su boda ante la falta de su padre. Geográficamente estaban lejos pero en emociones y vivencias estaban cerca.
La vida es así de cruel. Te toca vivir la muerte de la misma figura protectora por dos veces.
Y fue así como un día cualquiera su padrino murió. Dejando en ella una recopilación de sentimientos que ya tuvo hace más de 20 años.
Ay, la vida.
Qué puñetera es.
(Ya que estás ahí, dale un beso de mi parte. Ahora podréis jugar a las canicas juntos)
Fue el que la apadrinó en su bautismo y el que hizo lo mismo en su boda ante la falta de su padre. Geográficamente estaban lejos pero en emociones y vivencias estaban cerca.
La vida es así de cruel. Te toca vivir la muerte de la misma figura protectora por dos veces.
Y fue así como un día cualquiera su padrino murió. Dejando en ella una recopilación de sentimientos que ya tuvo hace más de 20 años.
Ay, la vida.
Qué puñetera es.
(Ya que estás ahí, dale un beso de mi parte. Ahora podréis jugar a las canicas juntos)
lunes
Mi experiencia en Halloween
He esperado pacientemente unos días para poder contar la historia más extraña de toda mi vida. Una historia que comenzó la noche de Halloween.
Ya tengo una edad, soy mujer y ya la paciencia tiene un límite. El número de hombres casaderos, limpios, algo listos y con ganas de formar un hogar son cada vez menores. Sales por la noche y te encuentras unos especímenes que ni siquiera sus santas madres tienen ganas de aguantar por más tiempo en sus casas.
En vista de que mi éxito con los humanos varones no estaba de ninguna manera relacionado con mi delicada situación, decidí hacer lo que nadie se ha atrevido a hacer: buscar un novio zombie.
Poneros en mi lugar, tenía desesperadamente que estar con un chico. No puedo decidir nada por mí misma, necesito que alguien decida por mí qué película ver en el cine, qué almorzar, qué tipo de ropa ponerme. Está mal visto eso de estar sola. Y la desesperación me hizo tener un novio no humano.
Me puse en la primera esquina que vi y esperé a que pasara uno. Me hice apetitosa de pronto comprandome un kilo filetes y poniendomelos encima cual Lady Gaga. El estaba hambriento y algo solo así que no pensó que tirarme un bocado en la sesera significaría estar conmigo hasta la eternidad.
Me convertí en zombie. Adelgacé a marchas forzadas, nunca me gustaron los sesos y menos crudos. El olor, no podía acostumbrarme a él. Ya ninguno de mis amigos anteriores querían estar conmigo, natural...me los comía.
Pasamos una temporada juntos. Creí que mi felicidad era por fin algo evidente. Noté que el muchacho sólo quería sesos y no sexo. Hasta que mi amor zombie me confesó, después de darle yo a probar el vino, que era gay y que le gustaba Pablo Alborán.
Ahí salí pitando no sin antes mirar atrás. Lo que vi no tiene nombre, se había puesto una bata de cola de lunares y se puso a cantar: tú lo que quieres es que me coma el tigre mis carnes morenas.
Ya tengo una edad, soy mujer y ya la paciencia tiene un límite. El número de hombres casaderos, limpios, algo listos y con ganas de formar un hogar son cada vez menores. Sales por la noche y te encuentras unos especímenes que ni siquiera sus santas madres tienen ganas de aguantar por más tiempo en sus casas.
En vista de que mi éxito con los humanos varones no estaba de ninguna manera relacionado con mi delicada situación, decidí hacer lo que nadie se ha atrevido a hacer: buscar un novio zombie.
Poneros en mi lugar, tenía desesperadamente que estar con un chico. No puedo decidir nada por mí misma, necesito que alguien decida por mí qué película ver en el cine, qué almorzar, qué tipo de ropa ponerme. Está mal visto eso de estar sola. Y la desesperación me hizo tener un novio no humano.
Me puse en la primera esquina que vi y esperé a que pasara uno. Me hice apetitosa de pronto comprandome un kilo filetes y poniendomelos encima cual Lady Gaga. El estaba hambriento y algo solo así que no pensó que tirarme un bocado en la sesera significaría estar conmigo hasta la eternidad.
Me convertí en zombie. Adelgacé a marchas forzadas, nunca me gustaron los sesos y menos crudos. El olor, no podía acostumbrarme a él. Ya ninguno de mis amigos anteriores querían estar conmigo, natural...me los comía.
Pasamos una temporada juntos. Creí que mi felicidad era por fin algo evidente. Noté que el muchacho sólo quería sesos y no sexo. Hasta que mi amor zombie me confesó, después de darle yo a probar el vino, que era gay y que le gustaba Pablo Alborán.
Ahí salí pitando no sin antes mirar atrás. Lo que vi no tiene nombre, se había puesto una bata de cola de lunares y se puso a cantar: tú lo que quieres es que me coma el tigre mis carnes morenas.
sábado
La bella durmiente
No quería nunca acostarse enfadada pero hay situaciones que no todo el mundo puede controlar.
Esa tarde algo había pasado entre ellos, una discusión. Pero era diferente a las demás. Hubo un daño profundo en ella. Las palabras que él le había dicho se quedaron atrapadas en su mente y esta no hacía más que repetirlas una y otra vez dentro de su cabecita.
Se durmió y tuvo un sueño inquieto. Una historia que se iba alimentando de la ira, la maldad, los malos pensamientos, la mala sombra.
Y no pudo despertar. Su amado no hacía más que zarandearla para que abriera esos ojos que lo enamoraron hace tanto tiempo. Quería oír es voz que en un principio era casi adolescente y que, con el paso de los años, se tornó madura y con encanto.
Lo que pasó es que la noche anterior se cortó su alma con esas palabras que ella creyó que eran de verdad. Se fue desangrando la misma y su cuerpo no pudo contener tanta amargura.
Pasó como cuando te cortas un dedo y no te pones una tirita. Que cuando llevas horas, si el corte es muy profundo, te desangras y ya...no vuelves a ser el mismo.
Larga vida al amor.
Esa tarde algo había pasado entre ellos, una discusión. Pero era diferente a las demás. Hubo un daño profundo en ella. Las palabras que él le había dicho se quedaron atrapadas en su mente y esta no hacía más que repetirlas una y otra vez dentro de su cabecita.
Se durmió y tuvo un sueño inquieto. Una historia que se iba alimentando de la ira, la maldad, los malos pensamientos, la mala sombra.
Y no pudo despertar. Su amado no hacía más que zarandearla para que abriera esos ojos que lo enamoraron hace tanto tiempo. Quería oír es voz que en un principio era casi adolescente y que, con el paso de los años, se tornó madura y con encanto.
Lo que pasó es que la noche anterior se cortó su alma con esas palabras que ella creyó que eran de verdad. Se fue desangrando la misma y su cuerpo no pudo contener tanta amargura.
Pasó como cuando te cortas un dedo y no te pones una tirita. Que cuando llevas horas, si el corte es muy profundo, te desangras y ya...no vuelves a ser el mismo.
Larga vida al amor.
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