martes

Trajes


En la vida de una mujer hay diferentes acontecimientos donde el traje que lleves es lo primero en lo que se fijan. Acontecimientos importantes.
Cuando era pequeña me bautizaron. Y el vestido de cristianar que llevé perteneció a una prima.
Llegó el momento de la Comunión. La economía familiar no daba mucho de sí. Así que el traje también fue de una prima.
Cuando era niña, mis primas (más mayores), se vestían con trajes de punto inglés que su madre les hacía. Trajes que mis hermanas y yo heredábamos.
Cuando me vestí de gitana, siendo niña, la amiga de mi madre me prestó uno de su hija.
Me casé de blanco. Y el traje me lo prestó la hija de una prima de mi madre. Yo pasaba de gastarme un montón de dinero en el traje de un sólo día.
Ahora me doy cuenta que, aunque siempre fui de prestado, esos momentos fueron especiales para mí. Lo de menos fue el traje.
Así que, a partir de ahora, no juzguéis a nadie por el traje que llevan. Lo mismo es prestado...Sólo miradle la cara. Veréis si está contento o no.
Eso sí, tampoco necesito traje para mi mortaja. Quiero ser incinerada.
Foto del Flickr. Autor: Patoncitto.

sábado

Kings go forth

Mi amigo Carleso (visitad su web que no os vais a arrepentir) vuelve a descubrirme un grupo increíble del que me declaro fan incondicional desde ya. Sonido soul-funk con algo de jazz latin es la mezcla que hacen estos muchachos.
Yo pensaba que ya no era posible volver a escuchar hits como los de Curtis Mayfield o los Temptations, pero estaba equivocado, Kings go forth recuperan con más que dignidad aquellos ritmos.
Lo increíble del asunto es que aún no tengan discográfica, menos mal que nos queda internet. Ojalá vengan pronto a España.

miércoles

Llaveros


Nunca me había parado a pensar en lo que un llavero dice de nosotros. O, mejor dicho, lo que significa tenerlo.
No, no estoy loca aún. No soy tan superficial como para darle importancia a un objeto. Porque es un mero objeto. Pero yo veo más allá. De siempre me gustó jugar con la imaginación.
Veo más allá del puro objeto que nos ayuda a tener todas nuestras llaves unidas. Lo que veo es lo que significa tener ese llavero y no otro. Tener esas llaves y no otras. Mi llavero tiene las llaves que yo quiero que lleven. Las llaves que otras personas desearían llevar. Por ejemplo personas que viven solas. O que son maltratadas por alguien. O que están enfermas y desesperadas. Deseosas de llevar llaves que abran casas bonitas. Que contengan recuerdos gratos. Que esos recuerdos estén agrupados en marcos de fotos. O en regalos de amigos. Casas que tengan su propio olor. Que estén impregnadas de vida. Que den cobijo a personas especiales y maravillosas. Llaveros. El mío es un ancla dorada que me regaló mi chico cuando estudiaba fuera. Es el llavero más bonito que hay en el mundo. No sólo porque me lo regaló él. Es porque abre la puerta de un hogar que hemos construido con mucho amor y respeto. Y que es lugar de cobijo para amigos deseosos de pasar un buen rato.
Este blog es vuestra casa también. Y su llavero está a expensas de todos los que vinieron, vienen y siguen viniendo. Lo he dejado encima de la mesa. Cuando queráis entrar ya sabéis cuál es la llave. La única que hay.
Foto del Flickr. Autor: Ashitakka.

martes

Mercy

El original cantado por Duffy ha sido un éxito rotundo que la ha llevado al estrellato. Sin embargo, para los que somos más puristas, esta versión del sello Acid Jazz, mejora y con mucho, al original. Le da un toque más funk y con la inclusión de vientos la hace más rotunda. Si nunca hubiéramos oído el tema, seguramente apostaríamos a que la versión es en realidad, la verdadera.
Os pongo las dos y vosotros decidís.



Y la de Acid Jazz

sábado

Hola




Hacía tiempo que no me paraba a hablar contigo. Y eso que te he visto mucho. Muchísimo. Hubo un momento de mi vida en que no te reconocía. Como por ejemplo cuando te enfadabas por tonterías. O cuando eras tan orgullosa que no dabas tu brazo a torcer. Siempre era la otra persona la que se desesperaba. No. No debías sentirte orgullosa de eso. Y menos cuando ahora lo ves en la distancia.
También te he visto sufrir mucho. Por causas ajenas a ti. Por muertes de familiares. Por tu trabajo.
Recuerdo que tu infancia no fue muy fácil. Te cobijaste en historias imaginarias. Donde príncipes te rescataban y te llevaban a palacios llenos de vestidos preciosos. Todos para ti.
No sabías qué querías ser de mayor porque me decías que no había nada especial que quisieras ser. Bueno, sí. De pequeña siempre te pillaban siendo la maestra de todos tus muñecos. Pobrecitos. Les pegabas unos gritos por no hacer las tareas...
En el tema del amor siempre te imaginabas al chico más guapo. Y se te declararon muchos. Pero tú seguías sin enamorarte. Tú decías que cuando te enamoraras lo notarías porque no podrías despegar los ojos de él. Y así pasó...
Así, que ahora que te veo al cabo del tiempo, te digo que me gusta lo que veo. Tu cara es la de una mujer que está feliz. Que sabe lo que quiere. Que no quiere que nadie sea orgulloso. Que intenta no enfadarse por tonterías...Que está disfrutando de la vida. Te has convertido en alguien que es capaz de hacer cosas que no te sentías capaz de imaginarlas cuando eras adolescente.
Ahora que te veo en el espejo me gusta mucho lo que veo. Me gusta mi reflejo.
Foto del Flickr. Autor: Mr. Teklan.

jueves

El poder de la imaginación


El otro día cuando llegué a casa después de hacer un recado fuera, me encuentro a mi hijo (once años) casi llorando y completamente asustado. Le pregunté que qué le pasaba y me contestó que tenía la rodilla inflamada y le dolía mucho.
Con mucha tranquilidad, porque es un poquitín aprensivo, observo sus dos rodillas y veo que las tiene completamente iguales, no detecto nada de hinchazón. Me dice que sí, que la tiene mucho más gorda y me señala la parte interior del muslo a la altura de la rodilla. Yo se lo comparo con la parte interior del muslo de la otra pierna y le digo que observe cómo están iguales. Con sorpresa, dice entre lágrimas: ¡Ah! que es con esa parte con la que se compara, yo creía que era con esta! señalándose la parte externa del muslo de la otra pierna. Ya se le había quitado todo el dolor y caminaba como si nunca hubiera sentido nada. ¡Qué mala es la preadolescencia!
La foto "Rodillas" es de MIra Mir a (Flickr)

martes

Pillado


Hace poco estuve de viaje con la familia. Pocos días pero intensos. Nada más llegar a la ciudad destinataria nos subimos en un transporte público. Ahí te das cuenta de que somos todos iguales pero diferentes. Me gusta observar a la gente sin que ellos se den cuenta. O por lo menos eso intento. Una ligera pasada con mis ojos, tan ligera que pasa desapercibida por los demás. No me gusta quedarme durante mucho tiempo mirando a alguien. Esa persona se puede sentir "intimidada" o "molesta"...Y no me gusta hacer ni lo uno ni lo otro.
El caso es que íbamos de pie. Los cuatro. Con las maletas. Yo con mi bolso bien cogido. En una de las paradas posteriores a la nuestra se subieron dos chicos juntos. Iban bien arreglados. No tenían mala pinta. Pero algo no me gustaba. No sé. Así que me dispuse a observarlos sin ser pillada. Uno iba de oscuro, con chaqueta entallada. El otro llevaba un jersey color cazuela sin camisa. En el vagón se veían distantes. Pero yo sabía que venían juntos. El del jersey se apoyaba en el vagón con una mano justo al lado de otro señor más mayor. El de la chaqueta se puso al lado mía. El me observaba discretamente. Yo lo noté. Eso se nota. Llevaba una mochila pequeña. Miró a mis hijos y a mi pareja. Disimuladamente. Yo agarraba mi bolso apretándolo hacia mi cuerpo. Entonces me dí cuenta.
Observé que su estupenda chaqueta no era tan estupenda. Unos agujeros le asomaban de uno de los bolsillos. Su cuello fino estaba marcado de cicatrices...cicatrices de cortes. Su cara no expresaba nada de sentimientos, sólo la frialdad del depredador. Noté que metía su mano derecha por debajo de la mochila que él llevaba y que se estaba intentando rozar conmigo. Mejor dicho, con mi bolso. En una milésima de segundo supe que él no intentaba sacar nada de su mochila, pero sí de mi bolso. Sin mirarle a los ojos me eché para atrás y apreté mi bolso más y más en la parte de la cremallera. Justo ahí llegamos a una parada. La mía. Me bajé intentando tener cuidado por muchas cosas, mis hijos y el "pinta".
Se bajaron los dos, el de la chaqueta y el otro. Parecían que por separado. Miré hacia atrás y los vi montándose de nuevo pero en el vagón siguiente. Quizás a por otra presa más confiada.
Cuando se lo conté a mi chico no se lo creía. No se había dado cuenta de nada. Todo eso pasó en tres minutos, como mucho. Y, no, no le dije nada en ese momento al muchacho amante de lo ajeno. Supe que si lo hacía nadie me iba a garantizar que no me diera un pinchazo con lo que llevaba en el bolsillo. Por eso descubrí su agujero en la chaqueta...