Antes que nada tengo una deuda con mi amigo Carleso por darme a conocer esta palabrita que me viene como anillo al dedo para lo que os voy a contar. El otro día una profesora bajó a mi despacho para quejarse de un alumno que había montado una zapatiesta en la clase y que le había roto un examen delante de ella y sus compañeros después de haberlo dejado en blanco. No me alteré mucho, por la jefatura de estudios se suelen ver cosas mucho peores. Me siento delante del chaval que no tendrá más de 15 años y le ofrezco el siguiente arreglo: "tres tardes en la biblioteca del centro y petición de disculpas a la profesora". No hay problema en lo de las tardes, pero "nanay" a lo de las disculpas. Pero vamos a ver, le digo, ¿tú no estás de acuerdo en que tu comportamiento ha sido incorrecto? Sí, pero no pienso pedirle disculpas. Pero yo no te pido que lo hagas públicamente, basta con que le digas que te equivocaste y ya está. Pues no. Es que me obligas a dejarte en casa tres días. Pues vale.
Ni su padre, ni su madre le convencieron. Estuvo tres días expulsado.
A la vuelta, hablo con él y le digo, bueno, qué, ¿estás arrepentido? no, me dice, pero si quieres le pido perdón ahora.
Aclaro que a este alumno no le gusta estar expulsado, como se podría deducir, simplemente no quería que nadie dirigiera su comportamiento.
El ser humano es sorprendente.
4 comentarios:
Pues mucho me temo que al final la vida le hará aprender que a veces no queda más remedio que dar nuestro brazo a torcer, aunque no nos guste.
Bueno, para eso están los educadores, que con sus tesis doctorales saben mucho de estas cosas. Por lo menos, escriben libros como churros sobre la educación a precio de oro :-P
Recuerdo un caso una vez que estuve en el albergue de El Bosque.
Un grupo de niños en el comedor, había lentejas. Cuando llegó el turno a un chulito de quince años dijo que no las comía , que no les gustaba. El monitor le dijo que lo tenía que comer. Y dijo que era una mierda de comida.
Así, el monitor cogió el móvil, llamó al padre, habló algo, y le dijo al niño: tu padre que te las comas. No me sale de los cojones.
Te las vas a comer y le vas a pedir disculpas a la cocinera.
Que no me sale de los cojones.
Pues nada, vete.
Y se fue.
A la cena, todos comieron otra cosa.
El, lentejas.
No me las como. Pues vete.
Al desayuno, todos con tostadas, etc.. El lentejas.
No quiero.
Al mediodía siguiente, comió lentejas. Y pidió perdón a la cocinera.
pues me gusta ése chaval..me gusta..
Mis palabros son tuyos, ome!! Claro que si!!
Viva Paul!
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