Ni veo más noticias, ni pienso escuhar más tertulias en la radio, ni quiero hablar con nadie de la puta crisis. Estoy harto, quiero enterrar mi cabeza en un mar de música y no dejar de pensar en ilusiones vacuas pero agradables.
Ya sé que es muy egoísta, pero este estado de ánimo que nos transmiten los poderes fácticos es otra manera más de tenernos aterrados para que no reaccionemos, y conmigo lo han conseguido. No quiero saber nada más sobre el futuro, mío y de mis hijos que se cierne amenazante a la vuelta de la esquina.
Menos mal que todo esto no es más que una sensación pasajera que se va en el instante que pienso en mis alumnos de la siguiente clase que esperan de los que tenemos su porvenir en nuestras manos algo mejor que lo que ahora parece llegar. Debemos envalentonarnos y no encerrarnos, debemos ser críticos con lo que nos dicen que son las soluciones para que no se equivoquen más.
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