Está muy claro, como ya ha pasado otras veces, que en España viven muchos políticos sinvergüenzas. Demasiados. Personajes que andurrean medrando, sacando tajada de negocios oscuros con la excusa de servir a un partido u otro.
Y desde luego que parece imposible llegar a mayores cotas de indecencia. Lo de Bárcenas, lo de los ERES, los nombramientos a dedos de familiares, lo de los sueldos indecentes porque yo valgo mucho y en la privada cobraría más, lo de Rato, lo de Baltar, lo de las cajas... ¿Y cuántos de estos están en la cárcel, cuántos han devuelto siquiera un diez por ciento de lo que se han llevado? ¿Cuántos aún sabiendo lo que han hecho siguen defendiendo su honorabilidad y criticando su supuesto linchamiento? Estoy seguro de que nos toman por tontos, de que piensan que en este país es posible hacer de todo y que no pase nada. Hace poco oí a un senador decir que esa institución no sirve para nada y que todos los políticos lo saben. No sé qué más puede pasar para que reaccionemos y obliguemos a nuestros dirigentes a tener un mínimo de honestidad. Cada escándalo que se conoce es un poco más sonrojante que el anterior.
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