Parece que no va a llegar el momento...y llega.
Como un mecanismo de alta precisión que siempre está a punto, lleva todo por delante con gran eficacia y parece que nunca se agota. Siempre está todo en su lugar, correctamente dosificado el tiempo para que el motor no tenga ningún tropiezo. Carga su equipaje con todo cariño y cuida de que esté bien seguro.
Sin embargo, ese tropiezo llega cuando menos te lo espera y te empieza a cambiar la vida. Todos los resortes que acompañan el mecanismo y que iban en la misma dirección y a las mismas revoluciones...se vuelven locos. El caos llega porque no estamos acostumbrados a ser los motores principales. Nos gusta que una central de mandos diriga y se haga cargo de todo, del mantenimiento, del combustible, de las revisiones...Ya nada volverá a ser igual ya que, cuando ese motor sea reparado, su ritmo no puede volver a ser el mismo. El mecánico nos lo confirmará.
Ha llegado el momento de ser nosotros los que cuidemos de los que siempre nos han cuidado. Ha llegado el momento de quitar la L del cristal de detrás.
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