Tenía la certeza de que algo malo había hecho en su vida. Lo tenía claro por momentos. Esos en los que los dolores le recordaban que el ser humano es infinito en padecer. No había día que no sintiera ganas de ser invisible, quizás así no se llegara a sentir nunca nada.
Cada cierto tiempo descubría con horror que sus latientes huéspedes, los dolores, se habían quedado a vivir en su cuerpo. Empezaron por un lado del mismo, estaban terminando por el otro. Subían de intensidad hasta hacerle palpitar del susto. Luego bajaban dando un respiro al miedo.
Tenía la certeza de que algo malo había hecho en su vida. No podía ser que alguien dedicado a que no sufrieran los demás...tuviera este fin.
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