La estuvo acechando durante años.
Desde pequeña cuando escuchaba gritos, cuando se quedaba a oscuras y no podía salir de la habitación.
La estuvo acechando.
Desde la adolescencia cuando seguían esos gritos, cuando tenía que volver a casa.
La estuvo acechando.
Desde que ya de mayor no habían gritos pero sí muchos silencios, cuando creía que era la culpable de todo.
Ahí está ahora el miedo. Esperando en lo alto de la noche. Acechando. Porque está sola. Porque cerrará los ojos para dormir y empezarán los ruidos a salir.
Pero ella no está sola. Ha aprendido a ser fuerte, desde pequeña.
Desde que, sin saberlo, el miedo curtió sus ganas de luchar.
La hizo mujer cuando ella menos quería. Ahora se estaba vengando de él.
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