Comenzó a llorar.
Y ya no pudo parar.
Se acordaba de las cosas que no hizo bien, de las que pudo haber hecho mejor y de las que ya no tenían remedio.
Se acordaba de los momentos que prometió y robó a golpe de olvido. Se acordó de que le habían tratado bien. Demasiado bien. Recordó que era agradable esa sensación. Sin embargo no podía dejar de llorar.
Siguió llorando durante tanto tiempo que se quedó seca.
Entonces volvió a ser la misma paciente con Alzheimer que nadie visitaba. El olvido no tiene fecha de caducidad...o eso dicen.
(Foto Agata)
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