son las que quedan para que la marea suba. A lo lejos veo un barco, lleva un montón de turistas bailando y realmente sus existencias no me merecen más aprecio que la del escarabajo que amenaza mi tranquilidad en la arena. No pienso moverme de este sitio, al menos hasta que la marea me obligue. Un buen libro, una cerveza. Lástima que no pueda ir a bañarme, consecuencias indeseadas se producirían.
No puedo abandonar mi fuerte, soy yo o los demás. Este es mi sitio. Lo he conquistado levantándome a las 6 de la mañana, y ya casi no había parcela en la que clavar la sombrilla. Pero tuve suerte, los moradores de la noche, habían dejado un hueco de dos por dos. Suficiente para mí. Hasta que suba la marea.
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