La cabeza parece que no es sitio suficiente para verter la cantidad de pensamientos que emanan de su alma. Necesita más, mucho más. Necesita cuadernos en los que dejar todo lo malo que no puede reprimir. Tiene que intentar olvidar pero no puede. Así que las paredes de la habitación pueden ser un buen sitio en el que reflejar el vómito constante en el que se convierten sus palabras. Escritas de muchos tamaños, de diferentes colores, algunas haciendo muescas con la uña. Sí, la habitación se convierte en la mazmorra en la que no es lo libre que pretendía.
Las frases son brillantes, pero inconexas, tienen fuerza, luz, pero carecen de sentido.
De repente lo ve claro, lo que sale no es horrible, como piensa, está saliendo en el código equivocado, se está expresando de forma errónea. Entonces, las paredes ya no son el lienzo en el que las letras y palabras han de ser volcadas. Ahora son pentagramas, y las letras notas. Ahora tiene sentido. Es bello, arrebatador y tranquiliza. Al fin, duerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario