sábado

Una vespa no es una moto


Desde pequeño siento una atracción irresistible hacia este vehículo. No me gustan los automóviles, exceptuando el mítico Citroen 2 CV, primer coche que conduje e irrepetible. Esa sensación de volcar en cada curva es algo que no se puede olvidar.
Sin embargo, desde que siendo un niño mi padre nos llevaba al colegio a mi hermano y a mí en su vespa GS naranja quedé hechizado por este scooter que es más que un dos ruedas. Las vespas tienen alma.
Con ocho o nueve años, en el campo, se la "robábamos" a mi padre e intentábamos conducirla, pero meter las marchas en el puño era un escollo difícil de superar.
En la adolescencia muchos de mis amigos conducían una PK y yo no podía más que envidiarles, mi economía no daba para más.
Ya en la cercanía de la cuarentena, por fin he cumplido este sueño, desde hace casi un año conduzco una LX 125. Esto, además de evitarme muchos atascos me hace volver a mi niñez. Soy como mi padre cuando conducía su vespa. Ahora llevo yo a mis hijos (aunque esta vez por separado) y son ellos los que me envidiarán.
Por eso, una vespa no es para mí una moto, es más, es un sentimiento, un sueño cumplido. Llamadme simplón si queréis, pero yo me siento como el de "Vacaciones en Roma"
.