jueves

Emocionarse

Qué pocas veces conseguimos una pizca de emoción en nuestras vidas. Esas que llevamos viviendo de manera tan artificial. Te levantas, corres a vivir otro día de la misma forma en que lo llevas haciendo. Ya de por sí, somos nerviosos con el tiempo que tenemos. Hay personas que todavía son más nerviosas o consiguen que tú lo seas más aún. Y así nos va. Como si fuéramos por una carretera, con un camión grande que lleva todo lo que hemos acumulado a lo largo de nuestra existencia. Cuidado, no sólo llevamos cosas, llevamos personas y vivencias. No nos damos cuenta que cada día se pisa más y más el acelerador. Cualquier presión, ya sea del exterior o interna, hace que apretemos más el pie. Habrá que bajar el nivel o derraparemos seguro.
Ayer me emocioné como hacía tiempo que nadie me emocionaba. Y me di cuenta que necesitaba eso para quitar el pie del acelerador. Una audición de un niño de 13 años. Diez minutos de no poder tragar saliva. Mi hijo.
En esos diez minutos recordé cuando me lo pusieron encima de mi pecho tiritando de frío y llorando cuando vino a este mundo. Recordé cuando yo lo bañaba y olía a vida. Recordé cuando le daba de comer y fue con su hermana al colegio por primera vez. Sus dibujos infantiles y que siempre ponían te quiero mamá y papá. La vez que se levantó el día de Reyes y siguió el caminito de monedas de chocolate para ver sus regalos. Recordé hasta el momento en que lo dejé en el Conservatorio para dar esa audición. Recordé toda mi vida con él y su hermana. Y vi a un niño feliz y a un gran músico. Entonces no pude esconder las lágrimas, como tampoco ahora.
Este fue el tema, otro niño. Otra madre habrá por ahí ¿no?