domingo

Ya está bien


En Jerez, la ciudad en la que vivo, unos cuantos se han creído que pueden hacer lo que les dé la gana y si hace falta, empleando la violencia. Son algunos trabajadores municipales pertenecientes a un par de sindicatos que en su mayoría no han entrado a trabajar mediante oposiciones y que son nostálgicos de un pasado en el que el famoso alcalde Pacheco, hacía y deshacía lo que quería.
Mi ciudad, como tantas otras, se ha visto atrapada por la crisis con una cantidad ingente de personas dependiendo del ayuntamiento para subsistir. Algunos cobrando complementos indecentes y otros sin ni siquiera tener la titulación adecuada para estar en esos puestos. Como digo, todo gracias a la época de bonanzas en la que los alcaldes se creían con la obligación e incluso el derecho de dar trabajo a sus amigos como si el fondo del saco público no existiera.
Con el cambio de alcaldía, en vez de organizar los recursos humanos y sanear en lo posible las cuentas municipales, para llevarse bien con todo el mundo, la nueva edil, siguió respetando los supuestos derechos adquiridos del personal municipal (en una inmensa mayoría no funcionario). Y contrariamente a lo que se buscaba, que era el no crear conflictividad, la alcaldesa se ha encontrado con una furia y un rechazo entre parte de sus trabajadores que ingenuamente pensaba nunca ocurriría.
Y así estamos, con un problema económico gordísimo, con una plantilla hiperinflada (casi tres mil trabajadores municipales) y sin dinero. Era claro que los amigos de Pacheco no iban a quedarse quietos. Y se dedican a reventar cualquier cosa que se haga en Jerez, incluso amenazan con montarla en la inauguración de la feria. El otro día, acorralaron a la alcaldesa, la increparon, zarandearon e insultaron. Yo no digo que no se merezca la crítica, lo que digo es que nadie tiene por qué estar expuesto a la violencia.
Después está la otra vertiente, ¿quién va a venir a invertir pasta en una ciudad en la que parte de la plantilla municipal se cree con derecho al matonismo? Fuera de mi ciudad cuando la gente oye hablar de ella se echa las manos a la cabeza.