martes

Sobre los probadores


Estoy seguro de que todos os habéis visto en esta situación. Vas a comprarte unos pantalones, camisa, chaquetón o lo que sea y quieres probártelo tranquilamente para ver si la prenda se adapta a tu cuerpo (cosa cada vez más difícil). Confías en la privacidad del lugar, en que podrás desvestirte sin ser visto por otros, en que podrás observar tu cuerpo embuchado en el pantalón y reírte creyendo que esa talla era la tuya. Pero no, no puede ser. Tienes que estar pendiente de la dichosa cortinita que no se cierra totalmente, que deja aberturas por los laterales estratégicamente diseñadas para que los mirones, que los hay a patadas en los pasillos de los probadores disimulando ser acompañantes de otros que se están probando, puedan satisfacer su curiosidad libidinosa. Así que intentar ver si una camisa te está bien supone tener que usar brazos en cantidad de tentáculos de pulpo para que a la vez que intentas quitarte la camisa, y colgar la otra en un perchero inexistente (al suelo con ella), no se abra la cortina por el otro lado porque gracias al recorte de presupuesto, mide lo imprescindible.
Yo, ya me he cansado, y tengo bastantes pantalones más grandes de lo que debieran porque me los he llevado sin probar. Ya sé que podría devolverlos, pero ese es motivo de otra entrada denominada "cómo enfrentarse a las devoluciones de las rebajas".

La foto es de Pulguita (Flickr)