martes

Pillado


Hace poco estuve de viaje con la familia. Pocos días pero intensos. Nada más llegar a la ciudad destinataria nos subimos en un transporte público. Ahí te das cuenta de que somos todos iguales pero diferentes. Me gusta observar a la gente sin que ellos se den cuenta. O por lo menos eso intento. Una ligera pasada con mis ojos, tan ligera que pasa desapercibida por los demás. No me gusta quedarme durante mucho tiempo mirando a alguien. Esa persona se puede sentir "intimidada" o "molesta"...Y no me gusta hacer ni lo uno ni lo otro.
El caso es que íbamos de pie. Los cuatro. Con las maletas. Yo con mi bolso bien cogido. En una de las paradas posteriores a la nuestra se subieron dos chicos juntos. Iban bien arreglados. No tenían mala pinta. Pero algo no me gustaba. No sé. Así que me dispuse a observarlos sin ser pillada. Uno iba de oscuro, con chaqueta entallada. El otro llevaba un jersey color cazuela sin camisa. En el vagón se veían distantes. Pero yo sabía que venían juntos. El del jersey se apoyaba en el vagón con una mano justo al lado de otro señor más mayor. El de la chaqueta se puso al lado mía. El me observaba discretamente. Yo lo noté. Eso se nota. Llevaba una mochila pequeña. Miró a mis hijos y a mi pareja. Disimuladamente. Yo agarraba mi bolso apretándolo hacia mi cuerpo. Entonces me dí cuenta.
Observé que su estupenda chaqueta no era tan estupenda. Unos agujeros le asomaban de uno de los bolsillos. Su cuello fino estaba marcado de cicatrices...cicatrices de cortes. Su cara no expresaba nada de sentimientos, sólo la frialdad del depredador. Noté que metía su mano derecha por debajo de la mochila que él llevaba y que se estaba intentando rozar conmigo. Mejor dicho, con mi bolso. En una milésima de segundo supe que él no intentaba sacar nada de su mochila, pero sí de mi bolso. Sin mirarle a los ojos me eché para atrás y apreté mi bolso más y más en la parte de la cremallera. Justo ahí llegamos a una parada. La mía. Me bajé intentando tener cuidado por muchas cosas, mis hijos y el "pinta".
Se bajaron los dos, el de la chaqueta y el otro. Parecían que por separado. Miré hacia atrás y los vi montándose de nuevo pero en el vagón siguiente. Quizás a por otra presa más confiada.
Cuando se lo conté a mi chico no se lo creía. No se había dado cuenta de nada. Todo eso pasó en tres minutos, como mucho. Y, no, no le dije nada en ese momento al muchacho amante de lo ajeno. Supe que si lo hacía nadie me iba a garantizar que no me diera un pinchazo con lo que llevaba en el bolsillo. Por eso descubrí su agujero en la chaqueta...