jueves

Nueva vida

 

Levantó a la criatura para poder verle la cara debajo del foco del quirófano. Era un niño precioso. Ni un sólo moratón, nada de cabeza apepinada y la piel, aún llena de restos del proceso que acababa de superar pero de un color rosado y vivaz.  La madre no reaccionó a la excitación del médico que sostenía a su hijo. Parecía dolorida pero si uno se fijaba, podía ver la cara de terror que asomaba en la trastienda. Todo había parecido muy fácil, reproducción asistida gratis, donante desconocido y sólo un pequeño detalle, un ligero retoque genético que haría que este niño tuviera ventaja sobre sus congéneres. De repente,  un llanto. El médico se sonrió. Era sólo un vestigio de su anterior huella genética. El bebé respiraba rápidamente y sin dificultad.
¿Qué le pasa?  inquiere la madre.
Nada, esputa el médico.
Pero puede tener hambre.
 Imposible.
¿Pues no escuchas el llanto?
Jamás tendrá hambre.
Los ojos de la mujer se resquebrajan. ¿Cómo puede ser?
El hombre vuelve a levantar al niño, observa su pelo, ese que será el artífice de que el niño no necesite comer. Ese que permitirá la primera fotosíntesis humana. Ese que esconde tras la queratina, las células con cloroplastos.
Mira a la mujer y le sonríe. Toma a tu hijo, es mejor que todos nosotros.

Se había quedado dormido.