domingo

Flechazo

Era una persona insignificante, simple, casi invisible a los ojos de los demás.
Pronto se dio cuenta de que los amores que tenían hacia ella eran totalmente interesados. Ni una pizca de pasión, ni un gramo de calor, ni una centésima de protección.
Así que decidió ser introvertida, canija, callada, observadora. No creía en el amor ni en casi nadie. Tampoco tenía fe en el futuro.
Y paseando por el bosque, devorando la soledad y merodeando la locura, descubrió ese lugar. Lo divisó por sus tejas rojas, su gris melancólico, su silencio ahogado, su calma.
Entró. No era propio de ella, pero le llamó la atención una canción que salía de las entrañas de un piano.
Y allí lo encontró.
A su amor, a su calor, a su pasión, al color que le devolvería la visibilidad.
Y empezó a escribir, a fotografiar, a imaginar, a sentir, a devorar la vida.
Nació Agata.


jueves

El miedo

La estuvo acechando durante años.
Desde pequeña cuando escuchaba gritos, cuando se quedaba a oscuras y no podía salir de la habitación.
La estuvo acechando.
Desde la adolescencia cuando seguían esos gritos, cuando tenía que volver a casa.
La estuvo acechando.
Desde que ya de mayor no habían gritos pero sí muchos silencios, cuando creía que era la culpable de todo.
Ahí está ahora el miedo. Esperando en lo alto de la noche. Acechando. Porque está sola. Porque cerrará los ojos para dormir y empezarán los ruidos a salir.
Pero ella no está sola. Ha aprendido a ser fuerte, desde pequeña.
Desde que, sin saberlo, el miedo curtió sus ganas de luchar.
La hizo mujer cuando ella menos quería. Ahora se estaba vengando de él.