sábado

Mi tasca



O tabanco, como los llamamos por estos lares. Los sábados por la mañana me estoy acostumbrando a tomar una cervecita en este tabanco que está en el centro, cerquita del mercado. Lleva allí un porrón de años, como se puede ver por su decoración. Aún, cuando entras, parece olerse a vino viejo, como si se hubiera impregnado en las paredes para el resto de sus días. La fauna que por allí pasa es bastante variopinta y predominan los que eran niños cuando estaba en sus mejores días.
No sé porqué, pero me siento a gusto allí. Me trae recuerdos de mi tío al que mi padre tenía que buscar por este y otros parecidos para llevarlo a su casa a altas horas de la noche, bebido y reclamado por mi tía. Lo pagó caro con su hígado.
Seguro que si uno se lo propone puede oir el cante antiguo, las conversaciones entre hombres (antes no entraban mujeres en sitios así), las peleas y reyertas de todos los que habitaron este antro en los tiempos tristes de la posguerra, grabados en las paredes, como los olores.