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Somos como conducimos


Vivo en una ciudad de tamaño mediano, de unos doscientos mil habitantes. En los últimos diez años, el parque automovilístico (como dicen los expertos) ha crecido exponencialmente y eso se ha notado de forma clara en la circulación. Como en todas las ciudades europeas, la disposición radial hace que en muchas ocasiones haya que atravesar el centro o que para ir de un extremo a otro se formen cuellos de botella insalvables. Conclusión: resulta insoportable, pero no sólo por la pérdida de tiempo y energía, sino también por el estrés ocasionado.
Particularmente me fastidian los listillos que pasan por encima de los derechos de los demás sólo porque se consideran de otra clase o mejor. ¿No os ha pasado que estáis esperando pacientemente en un carril y alguien se incorpora por la cara desde la derecha porque no quiso esperar en el carril correcto? O en una rotonda se abalanza sobre uno en un "apártate tú que yo no me quito". Lo que más gracia me hace es que normalmente estos conductores miran hacia delante con la cabeza bien alta, no sea que los "agredidos" miren con cara de "rayos y centellas".
Después de muchos años he llegado a la conclusión de que todo esto es una cuestión de educación, de buenas maneras, de ser correctos y ciudadanos tolerantes. ¿Que uno se puede equivocar? Claro, se pide disculpas y ya está.
Así, convencido estoy de que una persona que es capaz de obviar las normas en la circulación, fuera, en su vida normal, tiene que ser un indeseable, ya que no creo que la gente tengamos compartimentos estancos en nuestra personalidad: ahora soy un cabrón, ahora soy un estupendo individuo.
Foto: Planetafitness