miércoles

El azar.


María es una adolescente que manda mensajes en su móvil a todos sus amigos para quedar y salir a pasear.
Luís es el fontanero que va de camino al hogar del último cliente del día.
Soraya es la madre que vuelve del trabajo más tarde de lo normal por ir a comprar unos helados para sorprender a sus hijos.
Angel es el conductor de la ambulancia que cada día traslada a pacientes a centros de rehabilitación.
Manuel es el cristalero que está poniendo un cristal en el restaurante de la calle principal.
El azar es el que juega caprichoso. Nadie se conoce y sin embargo están relacionados entre sí por un mismo destino. El de la muerte.
Mientras María manda sus mensajes va caminando y no mira nada, sólo a lo que escribe. No ve que está atravesando la calle por zona no peatonal y la ambulancia que conduce Angel no puede hacer nada por evitar el atropello. No lleva pacientes, afortunadamente. La ambulancia, después del fuerte golpe, queda sin control. El coche que viene de frente, conducido por Luís el fontanero se empotra contra la misma. Del mismo impacto, cada vehículo va en dirección contraria. Sus conductores, que han fallecido en el acto, son meras marionetas muertas destinatarias de varias muertes más. La ambulancia se empotra en el restaurante de la calle principal cuando Manuel limpiaba el cristal que ha colocado hace pocos minutos. Soraya se dispone a entrar en su coche cargada de helados. Gira la cabeza ante tanto estruendo cuando ve venir el coche de Luís que, sin control, choca con el de ella y en dos segundos ve pasar toda su vida por su cabeza. No sin antes darle tiempo de cerrar los ojos y desearle a sus hijos que sean felices.
La muerte acecha a nuestro alrededor. Somos afortunados de que no se fije en nosotros...
Foto del Flickr. Autor: abre/tus/ojos.