domingo

Flechazo

Era una persona insignificante, simple, casi invisible a los ojos de los demás.
Pronto se dio cuenta de que los amores que tenían hacia ella eran totalmente interesados. Ni una pizca de pasión, ni un gramo de calor, ni una centésima de protección.
Así que decidió ser introvertida, canija, callada, observadora. No creía en el amor ni en casi nadie. Tampoco tenía fe en el futuro.
Y paseando por el bosque, devorando la soledad y merodeando la locura, descubrió ese lugar. Lo divisó por sus tejas rojas, su gris melancólico, su silencio ahogado, su calma.
Entró. No era propio de ella, pero le llamó la atención una canción que salía de las entrañas de un piano.
Y allí lo encontró.
A su amor, a su calor, a su pasión, al color que le devolvería la visibilidad.
Y empezó a escribir, a fotografiar, a imaginar, a sentir, a devorar la vida.
Nació Agata.


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