miércoles

Heidi Litschauer


La semana pasada tuve la suerte de hacer de traductor en un curso que impartió la violonchelista que da nombre a esta entrada. Mis primeras noticias sobre ella las tuve cuando el profesor que la invitaba aquí en España me habló de ella, comentó que era una gran pedagoga y concertista mundial. Casi con miedo, le propuso venir a dar clases a alumnos principiantes, cobrando una miseria y alojándola en su casa. Lo normal es que se hubiera negado, primero porque es catedrática del Mozarteum de Salzburgo y chelista de fama mundial, segundo porque ella sólo da clases a músicos formados y tercero porque en las condiciones propuestas no vendría nadie de segunda o tercera fila así que imaginen alguien de su prestigio. Pero dijo que sí, no hay problemas. El profesor que hacía la oferta no se lo podía creer. Pidió ayuda a padres de alumnos para traducir las clases y yo no dudé un momento, con lo que me gusta la música, seguro que me lo paso pipa. Y no me equivoqué.
Lo primero que esperaba en sus clases era una señora madura, con la cara estirada y con el ceño fruncido a cada error de sus alumnos, pero... otra vez estaba errado. Daba igual si el alumno tenía ocho o catorce años, invariablemente después de oír la pieza que había preparado decía: ¡Superb!
Pensé: vaya, aquí nos vamos a divertir. ¡Y de qué forma!
Cada clase fue un placer, sacaba su violonchelo y ejemplificaba tocando con el alumno, corregía las posiciones, hacía juegos, cantaba, bailaba... Yo no podía creer que una catedrática y chelista que ha tocado con grandes orquestas fuera capaz de ponerse a la altura de un niño titubeante y diera lo máximo por ilusionarlo. No le importaba que entraran de oyentes otros estudiantes, que muchos padres de niños escucharan las lecciones, en fin, algo fuera de serie.

5 comentarios:

Alfonso Saborido dijo...

Suele pasar. Las grandes personalidades nos parece inaccesibles, y sin embargo, suelen ser humildes; yo he estado sentado charlando tan tranquilamente con un astronauta como Pedro Duque; sin embargo, pasa el caso contrario, quien se cree una autoridad; recuerdo una vez que estuve en una charla que daba un profesor de psicología de la UCA de la facultad de ciencias de la educación, le hice una pregunta... y me dijo, que fuera a su consulta, pagara la minuta, y ya hablaríamos. Y se quedó tan pancho. Eso sí. El sigue dando clases en su facultad sin salir de ahí, y Pedro Duque es premio Príncipe de Asturias, esa es la diferencia.

ani. dijo...

Es fantástico leer que sigue habiendo gente así, dispuesta a transferir con alegría lo que mejor conoce y practica, lista para disfrutar del hecho de mostrar lo que sabe sin creerse la quintaesencia de nada... Ayuda a creer que tenemos esperanza, no?
Muchos saludos!

Andrea Martínez Maugard dijo...

Pero que suerte han tenido esos niños, si a mi me hubiese pasado algo así cuando era pequeña estaría demasiado feliz (aun cuando quizás ni sepa la calidad de intérprete que tenga al frente, sólo hasta tiempo después)
Esto me recuerda el programa que vi de MTV hace unos años atrás, donde en algunas universidades iban invitados especiales a impartir clases, y bum aparecía Madonna o Bill Gates y la clase enloquecía

Unknown dijo...

qué estupendo! me alegro mucho que esteis viviendo esa experiencia! Gestos como este demuestran que es grande como persona, y que el exito, la fama y el prestigio mundial conseguido por su talento, no ha hecho que se le suban los humos a la cabeza.

pez dijo...

Suele pasar con gente que es realmente buena en algo que es muy humilde y ve lo que hace como si fuese algo fácil y así lo trasmite.