sábado
Juan Cabandié
Acabo de ver una entrevista en el programa de viajes de Javier Sardá (Dutifrí) que me ha helado y conmovido a la vez. La historia es ya conocida, la de los niños secuestrados durante la dictadura argentina y "adoptados" por nuevos padres. Juan, que así se llama de verdad, aunque al principio sus falsos progenitores le pusieran otro nombre, relataba con extrema crudeza los pormenores de su vida en una familia que no era la suya, sus sospechas, su búsqueda de la verdad.
Juan consiguió conocerla, no todos han podido. Hoy tiene un hijo y aunque sus verdaderos padres ya no viven, puede abrazar a sus abuelos y tíos, saber quien es y dejar a un lado la zozobra de haber querido a dos monstruos. Como le dijo Javier, peor que no haber podido amar es haber amado a gente equivocada.
Paradojas de la vida, Juan además es diputado en el congreso, su padre, con mayúsculas, también era político, la naturaleza sigue su camino aunque tenga recovecos.
Este es su blog.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
haber vivido en una gran mentira es uno de los peores castigos. Pero la vida da muchas vueltas y toda esta gente nutrida de esperanza algún día sonreirán con el alma. Aunque les hayan robado la identidad, aunque queden pegados a la crueldad de la historia de una dictadura, alzaran sus voces y se harán escuchar.
Gracias por la memoria!
Que duro, no me quiero ni imaginar que se puede sentir ante tal situación, saber que las personas que creías eran tus padres en realidad eran perfectos extraños que se apropiaron de él cuando era apenas un bebé y lo criaron bajo un manto de mentiras.
Saludos!!!
esta es una de esas cosas que te hacen preguntarte en qué siglo vivimos.
un saludo.
historias como estas te dejan los pelos de punta....
Impresionante historia.. no la conocía... he visitado el blog... he leído... y puf... tremendo, duro y tan necesario que sean gritadas para no olvidarlas y hacer algo al respecto...
gracias por traerla aquí.
Lo que pasó en Argentina es sorprendente, al igual que lo pasado en otros países de América. Pero lo más sorprendente, es que los europeos, incluido el monarca del Vaticano, lo sabíamos y callábamos.
Publicar un comentario